domingo, 5 de abril de 2015

La vida no es sufrir

El sufrimiento, sencillamente ES. No, no tiene sentido en el pasado ni en el futuro. Querer justificar los sacrificios como parte de un sufrimiento que tiene sentido más allá de la vida, es perpetuar una lógica que nos impide reconocer la vida como un espacio de disfrute, de placeres, de amor... en fin un espacio que nos debe hacer sentir bien. Usted, que se siente bien sufriendo, manténgalo callado, enterrado en lo más profundo de su garganta. No me interesa que su profeta sea un masoquista. No me interesa que para poder darle sentido a sus sufrimientos lo justifique con una recompensa que no puede reclamar.

lunes, 26 de enero de 2015

Nariz seca

A ella le entristecía como las luces se apagaban poco a poco. A mí también pero en el fondo siempre fui más pragmático para ver las cosas de la vida y sus fenómenos.

Esa palabra, fenómeno, siempre me ha perturbado que sirva por igual para describir la naturaleza y las personas. Como si una persona calificable de fenómeno no sea en sí misma un fenómeno por ser una persona particular, con sus propias maneras y su propio andar. Todos somos fenómenos y algunos somos como un huracán dejando destrozos, otros una lluvia que deja pegostoso el clima cálido del trópico y otros sencillamente un arcoiris que a su paso maravilla y adormece la capacidad de sentir rabia por la garúa.

Esas luces que se iban apagando para mí solo eran lo cotidiano, un bombillo que después de las 11 de la noche, molestaba para cerrar los ojos. Para ella aparentemente era algo más, lo ví en sus ojos llorosos. No podía dejar de sentir nostalgia por cosas apagándose, la pc, la tv y ahora las luces. Yo como un imberbe que no se impresiona por la caída y ocupación de la noche de todos los espacios, sencillamente dormí.

Era un presagio. En la mañana no vino con su cola grande y peluda a saludar moviéndola de lado a lado, tampoco babeó mi pijama ni se oyeron las uñas contra el parquette del apartamento caminando hacia la cocina. Estaba ahí inerte en la gomaespuma con tela de animalitos que le hicimos hace dos años porque había destrozado la colchoneta vieja de bebé que nos regaló mi tía. Su lengua reposaba sobre los dientes de un lado y a su vez su nariz seca y negra sobresalía un poco del borde. Las patas delanteras se afincaban fuertemente en las paredes de la cama perruna como si en su último aliento hubiera tratado de estirar dos segundo más la vida y fue allí cuando supe que había terminado. El servicio de sepultura de mascotas, era también para sepultar 8 años juntos.

Vinieron por sus cosas, cargaron con la mitad de las fotos y con todos las pertenencias, se llevaron cada uno de los recuerdos excepto uno. El día que nos conocimos, su nariz estaba mojada y la acercó a mi cara. Increíblemente no me dio asco ni me generó repulsión. Ese momento, no se me olvida. Quizás porque significó la conexión, donde hubo chispa, donde no hubo engaños. Lamento hoy no haberle dado más atención y detesto que esas luces apagándose hayan sido el preludio de algo más que ella también sabía que pasaría.

Nos despedimos de él en un pequeño sepulcro y luego como si fuera otro fenómeno más, nos despedimos el uno del otro con un beso que apagó los carbones de lo que una vez fue una fogata.

domingo, 4 de enero de 2015

Las historias de lo que compramos usado

Pude ver como día tras día los ángulos se convertían en curvas. Aquel día como de costumbre me acosté muy tarde, pero sabía que él seguía en su taller trabajando. Las palabras nunca fueron su mejor aliado, todo lo que decía venía siempre incompleto y sus miradas no ayudaban. Parecía que todos sus problemas de expresión, toda su frustración en la comunicación de sus ideas y sus sentimientos estaban en cada una de las sílabas que pronunciaba. Particularmente en momentos donde su opinión era marcada, torcía levemente la cabeza y se inclinaba un poco hacia atrás como evitando una confrontación y sus ojos entrecerrados iniciaban un vaivén nistágmico. Llevarle la contraria era un espectáculo cierto. Faltaba aún más de una hora para el amanecer cuando me despertó el golpeteo violento de las cortinas contra las ventanas entreabiertas. Me levanté y fui por un vaso de agua; sentía el piso helado de la madrugada mientras caminaba usando la memoria para no tropezar, sin embargo con los ojos acostumbrados un poco más a la oscuridad pude ver una silueta voluminosa, cambió el horizonte del salón. Evité quedarme mucho más tiempo observando para no distraerme de mi última hora de sueño que se quedó esperando por mí entre las sábanas, la almohada y el techo del cuarto.

Después de dejar la nueva escultura, se desapareció. No estuvo en casa por más de tres días, se había llevado su instrumento musical. Nunca quería ser elogiado, le disgustaba que sus días y horas dedicadas a roer poco a poco la madera se convirtieran en palabras que se esfumaban y oraciones que eran tan fáciles de decir para los demás. Había más de 30 esculturas por toda la casa y el jardín. Siempre manteníamos la casa abierta como un museo desde que empezó a tener fama. Los pequeños zurcos en la madera los hacía con precisión y luego los iba mejorando a mano. Me gustaba verlo trabajar porque la minuciosidad era como la de los relojeros a gran escala, cada pieza encajaba perfectamente una en la otra para formar casi siempre objetos sólidos pero abstractos de formas alargadas con puntas. Este era diferente a los demás, por primera vez veía un juego con el espacio, atrayendo la posibilidad de que las figuras fueran formadas por el espacio contenido y alrededor de la pieza y no por la pieza misma. Una especie de Sol redondo, pero no esférico con capas, una tras otra intercaladas y alternadas con capas vacías, con una explosión central que rompe la continuidad de todas las capas.


Al llegar del autoexilio vino con su saxofón e hizo las melodías que le hacían feliz, lo pude oír durante la mañana y parte de la tarde, parecía continuar con lo que había estado haciendo los 3 días desaparecido. Al caer la noche el taller seguía con la luz encendida pero ya no se escuchaba el saxofón, no se escuchaba nada. Él sabía que esta nueva escultura era una inflexión de sus propios métodos y otra forma de expresarse. No faltaría quien le preguntara y le pusiera en la difícil tarea de hablar de su obra. Estaba asustado de que todo lo que tenía por dentro fuera interpretado pobremente como una continuación de su obra anterior.


Pasó meses tocando música que podía hacer callar a todo el vecindario sólo para poder disfrutar de lo maravilloso que era con el saxofón. Su incapacidad de comunicarse con el mundo a través de palabras era completamente antagónica al sentimiento que producía su música. La belleza de cada nota era la negación de sus sílabas y su claridad correspondía con la vida de esa última escultura de madera. Su hija, motivada por tantas cartas de elogios y críticas positivas hacia la obra escultórica de su padre, se acercó al taller para convencerlo de volver a trabajar en una escultura más para el día de su cumpleaños que coincidiría con una ceremonia para hacerle entrega del premio como mejor escultor del país.
Ese mismo día noté que había aserrín nuevo en la basura. El saxofón esa tarde no se escuchó.

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-Estoy vendiendo este saxofón porque mi papá ya no lo usa más. Es escultor-carpintero, hace unos meses perdió 3 dedos haciendo una escultura para mí.


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lunes, 27 de agosto de 2012

Tacones asesinos

He decidido estar bien
Tus aparentes halagos me resbalan
Tu manera de hacerme invisible me repugna
Y añoro ser material sólo para tí

Sólo para ti volvería a ser inmaterial.

Yo en mis infinitas ganas de ser feliz podría borrarte y seguir...

Tus tacones filosos y certeros han abierto un inmenso hueco en el precioso globo de helio en que volaba.

Ahora tendido en la grama de un mundo de mentira te abandono...

Dejé de intentarlo sin querer, porque no logro verte de frente y que me digas "Hazlo!"

lunes, 5 de septiembre de 2011

Fui al mar



Un día decidí ir al Mar.
En el camino, el Sol rebotaba en el verdor de los árboles y el negro del pavimento. El calor me empezaba a sofocar.

Al llegar, estaba enceguecido por el resplandor. Las nubes a lo lejos eran pinceladas blanquecinas en un profundo azul. El mar espumoso lamía esporádico la arena.

Me senté bajo una palmera protegiendo mi torso blancuzco de la inclemencia solar.

Noté como el Mar podía sacar pequeñas piedritas y que cuando se retiraba el agua, las piedritas hacían un bailecito y se sumergían en la arena mojada. Me acerqué a ver de qué se trataba todo eso. Descubrí unos moldecitos tringulares de dos mitades que sacaban la lengua. Muy maleducados.

Pronto descubrí que cavando un pequeño hueco aparecían varios de esos animalitos sacalengua. Había unos que no eran triangulares sino ovalados y con zurcos desde el centro a los bordes y también como más gorditos.

En uno de los hoyos que hice el agua se puso más oscura, cuando el agua se retiró pude ver que había una tabla de madera en el fondo. Empecé a cavar para descubrirla completamente y cada vez que avanzaba un poco me confundía porque creía que ya llegaría a sus bordes y me sorprendí al ver que había un contorno donde podía sentarme de piernas cruzadas y caber completamente. Era la concha de uno de estos sacalengua tan grande como para hacer una pequeña balsa.

Desenterré la inmensa lámina del sacalenguas y me adentré al mar remando sobre ella.

martes, 29 de marzo de 2011

Exito

En qué momento nos hemos convertido en vigilantes de los conceptos sociales es difícil de decir. Si fue primero el comportamiento raro de uno y luego el rechazo propio a través del rechazo social o fuimos primero nosotros en rechazar conductas "inapropiadas" por referencia de los padres, maestros, adultos. Y somos vigilantes no precisamente porque estemos imponiendo orden y diciendo en voz alta todo el tiempo cual es el comportamiento correcto, tiene que ver más bien con los ligeros gestos de emoción o desaprobación que día a día incluimos en las conversaciones triviales del día. Todo el tiempo vigilamos inconscientemente, resultado: la sociedad y sus valores son parecidos a nosotros porque nosotros nos parecemos a eso. Este concepto de vigilancia no es mío, Ricardo y yo lo discutimos un poco la última vez que vino y lo sacamos a colación por el tema del éxito.

Todos queremos éxito. Pero definir éxito sin un contexto social es difícil. Imaginemos que todo el éxito posible lo tenemos.

Juguemos con palabras, metiendo éxito en un saco y sacando un sustituto al azar, recordando que tenemos todo el éxito y por ende cualquier sustituto.

Dinero: Todo el que quieras. Sin ir muy lejos, ni todo el dinero del mundo te permitirá ser un buen profesional o un buen padre, porque las decisiones correctas no se compran.

Profesionalismo: Ni todo el profesionalismo te salva de tener que tomar decisiones políticas que te pueden llevar a perder la razón como para querer quitarte la vida.

Libertad: Ni toda la libertad posible puede dejar de alejarte del mundo real y de los problemas cotidianos resueltos a través de pequeñas esclavitudes, el existencialismo es demasiado real para tener tanto tiempo para pensar en él.

Sexo: Banalización total y absoluta lleva poco a poco a la soledad si no consigues el límite del ser.

Igualdad: si se logra totalmente es la represión instantánea de deseos profundamente personaes y procrastinación contínua de la satisfacción propia. No existe deseo capaz de motivar nada en uno mismo.

Seguridad: Recreación infinita de los mismos hechos día tras día en busca del mínimos riesgo y el aburrimiento imposible de esquivar después de matar poco a poco la posibilidad de que algo nuevo pase.



La sociedad nos ha enseñado a compartir el éxito para que los demás vigilantes aprueben. Y aprobamos o desaprobamos todo. Mis amigos, cuando éramos más niños, siempre servían de refugio para evitar juicios, hoy en menor medida también son un refugio (En menor medida porque es difícil que el vigilante no permee un poco nuestra adolescente e inquebrantable rebeldía) Fue la manera más cómoda de decirle a la sociedad que no necesitaría nunca su aprobación porque mi éxito no dependía de aprobaciones de la sociedad hipócrita sino de la gente que es capaz de apreciar en mí el éxito como MI éxito y no como el de ellos. Es una forma compartida de éxito, el triunfo de los deseos del grupo de ser horribles y distintos frente a una sociedad que exige que seas "educado, correcto, serio y mojoneado"

Mi Mamá es exitosa: fue capaz de plantarse frente a la prepotencia, la indiferencia y lo aplastante de un ambiente familiar represivo y machista. Echó a andar su propio camino con rebeldía y formó un hogar lleno de atenciones, conversaciones y tolerancia, a pesar de los ojos vigilantes de desaprobación cargó a cuestas con el peso de un divorcio y los desencuentros de rehacer la vida mientras la sociedad hipócrita daba un espaldarazo y a la vez una zancadilla. Y el resultado, es el éxito que la mayoría añora: un hogar feliz. Pregunten por allí ( y cuando digo pregunten por allí es volteen a ver a su propia familia) y diganme cuántos no desean eso al menos en la intimidad del núcleo familiar.

Exito es lo que los demás desean. El punto es que nadie desea igual que nadie. Por eso los éxitos compartidos saben mejor.

viernes, 25 de febrero de 2011

Llorar

Imagina un anzuelo.

Su punta filosa es capaz de penetrar de manera superficial cualquier piel. Al atravesar músculos o mucosas, lo importante es que si desgarra, lo que consiga a su paso sea suficiente para evitar la ruptura total. Así funcionan los anzuelos, sin piedad hasta romper o poder tensionar.

Cuando lo más profundo de tu ser está conmovido, tu cerebro imagina anzuelos. Son diminutos y entran por tus ojos, pero allí solo arponean unos pocos que van halando con fuerza tus lágrimas. Y como si fueran una multitud en estampida huyendo de una explosión fulminante, se amontonan los microscópicos anzuelos unos sobre otros a través de tu nariz, paladar y garganta. Se afincan súbitamente y su levedad sumada alrededor de tí simula una soga que desborda las dimensiones de tu garganta. Toda la tensión que se ha acumulado es suficiente para sacar tus vísceras.

Y todo tu ser de adentro hacia afuera, arponeado infinitamente es lo que demuestras al llorar.

Lo curioso, es que tales anzuelos, no existen, la tensión no es desde afuera. Llorar es una explosión visceral para poner nuestras entrañas afuera a desintoxicarse y lavarse con nuestras lágrimas.