martes, 17 de agosto de 2010

Criogénico


Durante varios días me he empapado de la gente, he estado en lugares con amigos y conocidos diagnosticando mi estado emocional (No es sino a través de los demás que me siento capaz de conocerme) Esa sensación tan conocida ha estado presente en todo momento.


Odio escribir de ella.


Es como un tema trillado, pero no puedo escribir ahora de otra cosa que no sea de ella. La sensación de inconformidad con algunas cosas, pero una inconformidad desoladora porque no parece fácil de satisfacer. Totalmente a obscuras en un cráter inmenso donde sabes que sólo caminando por inercia indefinidamente llegarás a una pared. Pared de la cual desconoces dimensiones por cierto. El desaliento que genera esta sensacion sólo la agrava.


Es la soledad. (Qué trillado!)


No me refiero a estar solo en el cotidiano, ni a estar solo fisicamente. En ese sentido no me siento del todo solo, pues excelentes personas me acompañan, pero no puedo evitar sentirme solo en un sentido más profundo.

Hace unos 7 años caminaba entre Sabana Grande y Chacaíto. Estaba comprando algo que ahora no recuerdo y todavía los buhoneros llenaban el Bulevar con sus puestos; sí recuerdo que era un día entre semana porque había mucha gente caminando vestida con ropa de trabajo y como eran las 16:30 ya el tráfico de gente era caótico. El día ya estaba un poco oscurecido por las nubes, pero justo en el momento que me tomé el tiempo de ver hacia arriba empezaron a caer gotas. Yo no había parado para ver el cielo, sino para entender que el enrejado afuera de un cafetín con sillas sirvió como estructura para hacer un techo de enredaderas. En otra época habrá servido para sostener hojas que dieran sombra leve al que quisiera disfrutar de una comida al aire libre viendo a los peatones, hoy servía de sostén para las lonas rojas y azules de los buhoneros que protegen su mercancía de la lluvia que se avecina y del Sol que hoy no se veía. Absorto en mi propia reflexión de las rejas, empezó a llover de una manera impresionante y yo sólo permanecí inmóvil mientras caía la lluvia. Todo el caos a mi alrededor desapareció, las personas y vendedores se resguardaron en las lonas, las entradas de las tiendas y edificios y básicamente cualquier saliente que pudiera servir como refugio del agua. Yo por mi parte, extasiado con la liberación del espacio para caminar empecé a caminar por todo el medio sin que me importara nada, ni los inmensos charcos ni el frío de la lluvia. Muy a lo "Bitter Sweet Symphony" caminé y caminé mientras la muchedumbre acumulada en los bordes me veía como un loco. Y de repente caí en cuenta que en ese momento, en la inmensidad de la ciudad y entre tanta gente, ninguno de los que veía, nadie, absolutamente nadie compartía conmigo la idea de caminar en la lluvia. Y fui feliz, porque estaba solo por rebeldía, porque no me importaba estar completamente mojado y con un frío impertinente que me valió una gripe fastidiosa de dos semanas. Ese día, la soledad, me tomó por sorpresa y la abracé porque quería estarlo. No estaba solo físicamente, estaba solo en existencia y no me importaba.

Hoy no parece haber nadie en mi camino tampoco, soy relativamente libre de caminar. Pero siento que hay demasiada gente en los bordes esquivándome y aunque estoy conforme caminando bajo esta lluvia, detesto hacerlo solo. Quizás porque fue hace mucho tiempo, el frío de la lluvia parecía menos fuerte. Lo que hoy me preocupa es que parece Criogénico, como para hacerlo inmune a cualquier roce o calor humano.